Texto: Karla Robles (@karlarobles)
Fotos: Daniel Díaz (@perdidoenbici) y Karla Robles
Hace unos meses recibimos la invitación de Sarah Swallow para acompañarla a explorar posibles rutas en la frontera de México, nos dijo que ella había sido invitada por miembros de la organización Cuenca Los Ojos quienes habían asistido a la edición anterior de La Ruta del Jefe. Nos advirtió que para ella todo era desconocido, y para nosotros, una gran oportunidad para por fin hacer lo que más nos gusta con una de las mejores en ello, así que aceptamos; fijamos fechas, compartimos algunos correos y finalmente se llegó el día en el que manejamos ocho horas desde Hermosillo hasta uno de los ranchos de conservación de Cuenca Los Ojos donde iniciará la travesía.
Antes de contarles sobre nuestra experiencia de dos semanas montados en la sierra, les platicaré un poco sobre Cuenca Los Ojos (CLO). Es una fundación dedicada a la recuperación de la tierra y la vida de la flora y fauna mediante la captación de agua en su afluencia natural de ríos y arroyos. Esto significa que crean sistemas para que el agua de lluvia se estanque y se quede por más tiempo, acciones que han tenido como consecuencia positiva el albergue de especies consideradas extintas en esa región, como el oso negro, el jaguar del norte, castores y otras especies, estos animales llegan buscando agua y adoptan esta región como hogar nuevamente. CLO trabaja a lo largo de la frontera entre Sonora y Arizona, en el límite con Chihuahua y Nuevo México, en la región conocida como las Islas del Cielo en la Sierra Madre Occidental.
Se le llama Isla del cielo a un conjunto de sierras y montañas que llegan a alcanzar los 3,300 msnm, que se encuentran separadas y rodeadas por valles y llanuras desérticas que simulan una isla (la montaña) en medio del mar (el desierto). Las características tan particulares en el ecosistema de esta región hace que albergue una amplia biodiversidad de plantas y animales combinando especies del desierto de Sonora y los bosques de Chihuahua; es sorprendente imaginar, y sobretodo observar, a la víbora cascabel o al monstruo de gila (pensados como animales del desierto) compartiendo el mismo hábitat de los osos negros o jaguares, viviendo en el bosque entre pino y encino, por eso, esta área tan única se ha convertido en una de las más especiales a nivel mundial por ser tan diversa.
Ciclismo y medio ambiente
Sarah Swallow es ciclista de aventura y ha sido la organizadora de La Ruta del Jefe (RDJ), un evento ciclista que busca crear conciencia sobre la tierra y el entorno por el que rodamos por medio de la re-educación de temas ambientales y los efectos sociales que implican. Cuando fuimos invitados por ella sabíamos de antemano que de algo así se trataría este proyecto pero ahora de este lado de la frontera, dando oportunidad de derrumbar ese muro divisorio al menos en la imaginación para crear comunidad ya sea por medio de un evento como RDJ o algo similar en ese u otro lugar. Sarah también nos dijo que parecía que los caminos requerían bicicletas de montaña y un carro todoterreno, como Dani y yo no tenemos carro, le pedimos prestada su camioneta a la mamá de Daniel, que no es todo terreno. Lo gracioso fue que le encargó que se la cuidara como el cuida sus bicicletas, sin saber, que Dani usa sus bicis en todos los terrenos, pero ya “fuera de cura”, la cuidamos aunque volvió llena de lodo como nosotros y nuestras bicicletas.
Planeación y encuentro
El rancho que fijamos como punto de encuentro entre Sara y su pareja Adam, y nosotros, está a cuatrocientos kilómetros al norte de la ciudad de Hermosillo, justo en la frontera entre Sonora y Arizona. El día que partimos, tomamos la ruta de la sierra de Sonora, pasando por pueblos a los cuales nos hace mucha ilusión explorar en nuestras bicicletas, sobretodo, porque pasa por Esqueda donde está el museo de paleontología de Sonora y la famosa huella de dinosaurio, llevábamos prisa porque nos estaban esperando y no nos pudimos detener en esta ocasión, pero prometimos volver muy pronto.
Las inmediaciones de los ranchos de CLO inician 30km al este de Agua Prieta. Al llegar, de inmediato vimos las posibilidades de mostrar tanta belleza a nuestras amistades y personas interesadas en las bicis, y promover la conservación y el respeto por el medio natural y social. Un obstáculo que encontramos fue la accesibilidad a este lugar, ya que definitivamente no cualquier carro entraría fácilmente, pero estamos pensando en formas de hacerlo posible si es que algo sucede en la región.
José Manuel, quien es coordinador de Cuenca Los Ojos, y su esposa, nos mostraron el mapa con las hectáreas que abarcan y sus límites con ranchos vecinos para guiarnos a nuestra estancia de los próximos días en una cabaña a la que llaman “Agua Caliente” porque pasa una afluencia de agua termal mineralizada y de manantial. Para llegar a ese lugar tardamos alrededor de hora y media entre bajadas y subidas donde la sierra parecía una pintura realista. Mientras nos mostraban el lugar nos dijeron que la regadera estaba recién instalada porque hacía unos días un oso la había roto, hasta dejó las huellas de sus patas en las paredes; entre risa, miedo y asombro no podía creer que un oso sería nuestro vecino los próximos días.
La aventura de rodar en las Islas del Cielo
Esa noche planeamos la aventura del día siguiente y dormimos con los seguros de las puertas, no fuera a ser que al oso se le ocurriera venir a saludar y entrar “como Juan por su casa”. A la mañana siguiente nos aventuramos a la primera ruta, entre caminos poco visibles y tuvimos que desmontar las bicis; subimos un cerro caminando con nuestras bicis sin imaginar que esa sería la generalidad del viaje y la exploración. Bajamos con picazón en las piernas porque aunque decidimos ponernos tenis, nos seguimos poniendo shorts, Sarah fue la más afectada, sus piernas estaban bastante rojas por el roce de las plantas; estuvimos en las aguas termales pensando en la rudeza de los caminos y en la tarde, Adam, Sarah y Daniel hicieron la ruta por otro lado, tardaron entre seis y ocho horas en abarcar poco más de veinte km, y volvieron de noche, con las piernas raspadas y caminando mucho. Las aguas termales se volvieron un lugar de meditación y rehabilitación de la mente y cuerpo de los próximos días.
Los días siguieron igual: caminos accidentados, mucha subida, interminables caminatas para mi y me platicaron que ellos también caminaban, yo hacía lo que podía, tomaba fotos, sufría y disfrutaba otro rato y luego regresaba al campamento a esperarles. En las noches de asamblea en las aguas termales, me platicaban las aventuras terroríficas por las que habían pasado, algunos caminos estaban intransitables y requieren de trabajo para habilitarlos si se desea hacerlos rodables. Las luciérnagas aparecían y desaparecían en la noche oscura y solo teníamos la luz de la luna que se asomaba entre los árboles, los días después de rodar eran para planear y re-planear las rutas, y también para explorar un poco las zonas.
Un par de días después, llegó Rodrigo, a quien estábamos esperando por ser uno de los más entusiastas en ver la posibilidad de rodar por esos caminos. Nos platicó que tiene más de veinte años trabajando en CLO y soñando con rodar por ahí, y bueno, ahí estábamos nosotros dispuestos a acompañarlo. Sarah se dedicaba a trabajar en su computadora y coordinar con Rodrigo y José Manuel las brechas o indicaciones de las rutas, algunos de los caminos que tomamos han estado en desuso por mucho tiempo o habían sido destruidos por los monzones de la temporada.
En cuenca los ojos usamos pantalones, calcetines y tenis para rodar, algo que no es usual en Daniel y yo, así que ya se imaginarán el tipo de terreno que es, después de tres o cuatro días nos desplazamos a otro de los ranchos pero eso ya se los platicaré en la segunda parte de este artículo y nuestra experiencia con cascabeles y bisontes.
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Hola buenas tardes mi nombre es Hector Ponce vivo en Agua Prieta ya me toco pasear en esos caminos muy bonitos y me pongo a la orden en loque les pueda ayudar y por supuesto me inviten a rodar